Las fiestas de carnaval traen su habitual
recorrido por las ciudades de la Región de Murcia para regocijo y jolgorio de
sus participantes y entretenimiento de los que, aún sin participar activamente
en la fiesta, lo siguen desde las calles.
Fama
han cogido los tradicionales carnavales en Águilas, Cabezo de Torres y
Beniaján, siendo un gran atractivo en estas poblaciones los desfiles, pregones
y bailes de carnaval que congregan a multitud de pueblos vecinos para asistir
al desarrollo de esta peculiar fiesta.
En
estas poblaciones se suelen organizar las actividades carnavalescas por parte
de las diferentes comparsas o agrupaciones de carnaval que llevan el peso de la
producción y ejecución de las actividades festivas para las que laboran y se
preparan con la necesaria antelación para que los diferentes grupos festivos se
encuentren a punto en las fechas indicadas.
De
esta forma el carnaval ha tomado cuerpo en nuestra sociedad, recogiendo la
costumbre pagana de celebrar una fiesta permisiva, de cierto descontrol, lo que
era favorecido por el anonimato del uso de la máscara que ocultando el rostro
de los participantes, propiciaba todo tipo de bromas y excesos que en
condiciones ordinarias no serían admisibles en un entorno social
corriente. Su origen parece encontrarse
en las fiestas al dios pagano baco, como también en las saturnales y lupercales
romanas, que se fueron extendiendo por Europa y posteriormente los portugueses
llevaron a Sudamérica, habiendo arraigado con notable éxito en países como
Brasil, con sus famosos carnavales de Río de Janeiro, donde la estética
carnavalesca evolucionó del prototipo de máscaras propio de los carnavales
venecianos hacia una estética afroamericana con danzas rítmicas y exhibición
erótica.
Este
último modelo brasileño ha sido el que ha alcanzado también las costumbres
hispanas, de forma que en nuestros desfiles nos encontramos entre la estética
italiana cada vez más escasa, por haberse ido tornando en una mayor adopción,
por las diferentes comparsas carnavalesca de la estética brasileña de poca
tela, mucha pluma y lentejuelas que exhiben las bellezas de la tierra, entre
danzas y músicas que acompañan a los grupos en su alegre desfile por las calles
de las poblaciones respectivas, en lo que supone una fusión carnavalesca de
alegría y participación entre las comparsas y el público asistente a los mismos.
Todo ello, en una sociedad especialmente influenciada por el hecho religioso
cristiano, se llevaba a cabo antes de sumirse en el tiempo litúrgico de
cuaresma, penitencial por antonomasia, que por tal se entendía de abstinencia y
austeridad.
Algo
que en nuestra tierra murciana, tras la Cuaresma y Semana Santa, acabará en una
peculiar forma carnavalesca autóctona, que es conocida por el “Entierro de la
Sardina”, en clara alusión a la prescripción cuaresmal de no consumir carne,
para volver a recobrar la alegría y la permisividad de un nuevo tiempo
primaveral que también lleva claras alusiones a fiestas paganas romanas, pero
esto ya es otra cuestión, de ese tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario