El Ayuntamiento de Murcia ha tenido un gesto de
especial y justo reconocimiento a un conocido murciano, tristemente
desaparecido, se trata del periodista Antonio González Conejero, quien dirigió
el periódico La Verdad en su última etapa de pertenencia de este medio a la Editorial
Católica allá por el final de la década de los ochenta y principios de los
noventa.
Tal
gesto hace justicia a un hombre honrado que se entregó en su profesión
periodística a contar la verdad, a posibilitar la información verdadera a los
conciudadanos, y que ejerció el periodismo inicialmente en Murcia, después en
Alicante, para pasar a Badajoz, de donde vendría de nuevo a Murcia –su tierra-
para hacerse cargo de la Dirección de La Verdad, durante la época de la
pertenencia de este medio regional a la Editorial Católica, en la que Antonio
encajaba también por convicción.
Fueron
años complejos de la transición política española, de la creación de la
autonomía regional murciana, de los primeros escarceos de una joven e inexperta
democracia en la que Antonio siguió la crónica local y regional con atención,
desde la información y la crítica que supo llevar a cabo con valentía y
audacia.
Después
vino el cambio de titularidad del periódico al Grupo El Correo, y con ello su
retirada de esa primera fila de la información, pese a que mantuvo contacto con
el medio, relegó su actividad periodística para acceder a su otra profesión, la
jurídica, pues él era licenciado en Derecho y como tal, ejerció en su última
etapa profesional como Procurador de los Tribunales en el Foro murciano.
Hombre
justo, educado y amable, de profundas convicciones morales, siempre interesado
por los temas del colectivo murciano, de su tierra, sus gentes, sus costumbres,
lo que junto con su profesión periodística le llevaba a ser un ágil y audaz
analista de la realidad social circundante.
Padre
de familia atento a la evolución de los suyos, de recias convicciones
religiosas que le servían de referente claro en la vida, y que los que tuvimos
la suerte de conocerle y compartir experiencias con él apreciábamos su gran
sentido común, su experiencia vital, su consejo y sobre todo su amistad.
Así que
los que lamentábamos su temprana marcha, hoy con este gesto municipal de
dedicar una calle a su memoria nos alegramos del gesto comunitario que le hace
justicia y nos lo muestra mucho más presente.
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