sábado, 31 de octubre de 2015

MURCIA DEDICA UNA CALLE A ANTONIO GONZÁLEZ CONEJERO


       El Ayuntamiento de Murcia ha tenido un gesto de especial y justo reconocimiento a un conocido murciano, tristemente desaparecido, se trata del periodista Antonio González Conejero, quien dirigió el periódico La Verdad en su última etapa de pertenencia de este medio a la Editorial Católica allá por el final de la década de los ochenta y principios de los noventa.
        Tal gesto hace justicia a un hombre honrado que se entregó en su profesión periodística a contar la verdad, a posibilitar la información verdadera a los conciudadanos, y que ejerció el periodismo inicialmente en Murcia, después en Alicante, para pasar a Badajoz, de donde vendría de nuevo a Murcia –su tierra- para hacerse cargo de la Dirección de La Verdad, durante la época de la pertenencia de este medio regional a la Editorial Católica, en la que Antonio encajaba también por convicción.
        Fueron años complejos de la transición política española, de la creación de la autonomía regional murciana, de los primeros escarceos de una joven e inexperta democracia en la que Antonio siguió la crónica local y regional con atención, desde la información y la crítica que supo llevar a cabo con valentía y audacia.
        Después vino el cambio de titularidad del periódico al Grupo El Correo, y con ello su retirada de esa primera fila de la información, pese a que mantuvo contacto con el medio, relegó su actividad periodística para acceder a su otra profesión, la jurídica, pues él era licenciado en Derecho y como tal, ejerció en su última etapa profesional como Procurador de los Tribunales en el Foro murciano.
        Hombre justo, educado y amable, de profundas convicciones morales, siempre interesado por los temas del colectivo murciano, de su tierra, sus gentes, sus costumbres, lo que junto con su profesión periodística le llevaba a ser un ágil y audaz analista de la realidad social circundante.
        Padre de familia atento a la evolución de los suyos, de recias convicciones religiosas que le servían de referente claro en la vida, y que los que tuvimos la suerte de conocerle y compartir experiencias con él apreciábamos su gran sentido común, su experiencia vital, su consejo y sobre todo su amistad.

        Así que los que lamentábamos su temprana marcha, hoy con este gesto municipal de dedicar una calle a su memoria nos alegramos del gesto comunitario que le hace justicia y nos lo muestra mucho más presente.

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